Tal y como te explicábamos en un anterior artículo, y como de buen seguro sabrás, fue Fritz Perls quien creó la Terapia de la Gestalt y, más particularmente, el denominado como Enfoque Gestáltico.
Ya en una anterior ocasión te hablamos por el concepto que la Gestalt tiene del aprendizaje por Insight, además de conocer un poco más acerca de las condiciones para que se produzca el Insight.
Pero además de este tipo de aprendizaje, existe otro concepto fundamental dentro del propio Enfoque de la Gestalt. Es el denominado como Awareness, o consciencia inmediata. Te hablamos un poco más sobre él.
Awareness: o la consciencia inmediata
El concepto de Awareness viene a ser uno de los conceptos claves del Enfoque Gestáltico, dado que define casi a la perfección una de las ideas centrales y globales de la Terapia Gestalt.
La consciencia inmediata viene a ser aquello que aún no ha pasado por la cabeza. Esto es, todas aquellas sensaciones aún sin identificar. Por ejemplo: la sensación «raro» que sentimos en el estómago, es una sensación pero todavía no la conocemos como tal; y ese «raro» pueden ser varias cuestiones fundamentales: hambre, ansiedad…
Por ello, cuando logramos decir qué es se convierte entonces en el darse cuenta, que vendría a estar relacionado con la denominada como «conciencia reflexiva» o consciousness.
En este sentido, el consciousness es cuando la persona es consciente de su presente, de su propio aquí y ahora, y entra en contacto de manera espontánea con absolutamente todo lo que les rodea.
Cuando la persona se da cuenta de su propio presente, y de lo que está viviendo aquí y ahora, es capaz de darse cuenta de todo lo que le rodea, pero focalizando su atención al momento presente sin acordarse del pasado ni temer o pensar en el futuro.
Aunque se trata de un concepto ciertamente parecido al insight, lo cierto es que tiende a ser mucho más amplio y completo, ya que engloba a la persona en su totalidad. Incluso casi podría decirse que se trata de una cadena organizada de muchos insights.
Aquí entrego una explicación para la consciencia
LA CONSCIENCIA
Trol, mi perro pastor alemán de 4 años, se alegra cada vez que recibo visita. Reconoce a medio centenar de personas. En su cerebro están almacenadas muchas experiencias de vida relacionadas con quienes me visitan. Su cerebro sabe diferenciar una persona de otra. Cada vez que alguien, conocido por él, me visita, se activan en su cerebro las memorias asociadas con la persona en cuestión, generándose, a partir de la particular experiencia de vida que tenga lugar en ese momento, nuevas asociaciones neuronales a la par de reforzarse asociaciones neuronales pre existentes.
En su cerebro, cada persona constituye una particular entidad, muy bien diferenciada de las restantes. Por supuesto, la entidad de quien más información almacena es de mi. Lo recibí siendo un cachorro de 2 meses y transita libremente por mi casa a toda hora. La representación mental que tiene Trol de mi persona abarca una extensa experiencia de vida. Cuando llego molesto a casa reconoce en mis gestos y actitud mi estado de ánimo, y actúa conforme a ello. Esto es, su cerebro selecciona, a partir de lo que percibe y en función de su experiencia de vida, lo que pretende ser la mejor representación de la realidad que está viviendo para actuar conforme a ello.
Del cúmulo de información almacenada en su cerebro relativa a sus experiencias de vida conmigo, ha generado una entidad que representándome in extenso, se comporta de diferentes maneras conforme a las particulares condiciones que se estén dando en el presente que vive Trol.
Esta capacidad de generar en su cerebro entidades no es un atributo exclusivo de mi perro. Todos los seres vivos dotados de cerebro cuentan con ella, y resulta ser esencial para la supervivencia. La vida opera en el Presente, de ello no hay duda, sin embargo el desafío que enfrenta el Individuo es seguir con vida al instante siguiente en el particular medio en el que se encontrará situado, medio que se caracteriza por ir variando permanentemente. Disponer de una adecuada representación del estado en que eventualmente e encontrará el medio relevante en un instante próximo, sin lugar a dudas constituye para el individuo una poderosa herramienta para la supervivencia, y esta capacidad de proyectar la obtiene el ser vivo con cerebro a partir de su experiencia de vida. Por supuesto no solo experiencias de vida relacionadas con entidades con vida están representadas en el cerebro, y si he hecho referencia al almacenamiento de información en el cerebro de entidades con vida, se debe al rol fundamental que juegan los seres vivos con los que se relaciona un individuo.
Los humanos, al igual que los restantes seres vivos con cerebro, almacenamos en nuestro cerebro experiencia de vida a partir de la cual proyectamos el estado del medio relevante para el instante siguiente de vida, todo ello, conforme a lo que estamos percibiendo en el Presente que estamos viviendo. Instante a instante nuestro cerebro dispone de un correlato mental del medio relevante en el que estamos situados en el presente que estamos viviendo a partir de la información que capturamos por medio de nuestros sentidos y que adquiere significado conforme a la experiencia de vida.
Los seres vivos llevan a cabo acciones como si conocieran estados probables en los que se encontrarán algunos segmentos de su medio material relevante en el futuro. En los seres vivos que disponen de cerebro conocemos los mecanismos que permiten proyectar estados probables que adoptará su medio material relevante en determinados futuros momentos.
En el cerebro se almacena experiencia de vida, en lo que conocemos como «memorias». El proceso de adquirir memoria consiste básicamente en la modulación de las sinapsis, los contactos entre neuronas, que conducen a asociaciones entre neuronas. La información que contienen las memorias viene definida por relaciones entre ellas. Cuando una neurona es excitada y activada, colabora en la excitación y eventual activación de aquellas con las que se encuentra conectada. Una experiencia que se está viviendo, se incorpora a través de nuevas conexiones a la red preestablecida, o redes, que activa. Lo nuevo evoca a lo antiguo y por asociación y consolidación se convierte en parte del mismo sustrato de memoria. Con dicho mecanismo se relaciona el «antes» con un «después» consiguiéndose así que en una próxima oportunidad, al situarse el Individuo en escenarios similares a otros ya vivenciados, haga uso de su experiencia de vida, para configurar en el presente, potenciales estados futuros del medio. En la década del noventa del siglo diecinueve, Pavlov formuló lo que se conoce como la ley del reflejo condicionado, la que deja en claro la existencia del mecanismo descrito.
Esto de relacionar un “antes” con un “después” viene siendo como contar con una bola de cristal para leer en ella el futuro. Por supuesto que en muchos aspectos ésta es una herramienta precaria, puesto que su potencia anticipatoria está restringida por una parte a la experiencia de vida del Individuo y por otra a las condiciones que presenta el estado de su medio material relevante en el momento que está viviendo. Lo anterior queda en evidencia cuando prestamos atención al conocido experimento realizado por Pavlov, consistente en hacer sonar una campana justo antes de dar alimento a un perro. Pavlov observó que cuando el perro tenía hambre, comenzaba a salivar con tan solo oír el sonido de una campana. Sin duda que fuera del laboratorio y sin una adecuada experiencia previa, un perro no saliva al oír una campana, sin embargo la reiterada experiencia de vida del perro empleado en el experimento daba lugar a que en su cerebro se asociaran los eventos temporalmente diferenciados, “sonido de campana” con “alimento”, por lo que con posterioridad, al escuchar el sonido de la campana, se activan las memorias relacionadas con el acto de alimentarse, suceso que en ese momento aún no ocurre, esto es, tiene lugar una auténtica “lectura del futuro”.
En este punto hay que hacer un pequeño pero importante paréntesis. La “experiencia de vida” del Individuo a la que me refiero y referiré en lo sucesivo, considera no solo a lo vivido por el Individuo durante su existencia, sino que incluye un amplio, condensado y conveniente repertorio de información contenida en su genética, que dice relación con experiencias de vida de antecesores y que opera apuntando hacia similar finalidad al que observamos tiene la experiencia de vida que almacena en sus memorias durante su existencia el Individuo. Un polluelo que corre a buscar refugio cuando observa en el suelo la sombra de un predador aéreo, sin que haya vivido previamente experiencias de ese tipo, es una clara manifestación de una muy conveniente información vivencial de sus ancestros, heredada a través de la genética que porta.
No obstante la mencionada precariedad con que opera el mecanismo descrito en el afán de disponer de una representación mental de aquello que está por suceder, sin duda resulta vital para la supervivencia esta auténtica “proyección del futuro” que realiza la maquinaria cerebral. El trabajo de Pavlov vino a explicar los fundamentos de algo que a través de la observación los seres humanos conocían desde hace siglos. Descorrió un velo y permitió observar algo que previamente había recibido diversas explicaciones.
Sin embargo, no solo los seres vivos con cerebro disponen de la capacidad para percibir un segmento de su medio relevante y llevar a cabo acciones en concordancia con estados futuros del medio. Una simple semilla de un árbol también realiza una lectura del estado de algunos parámetros de su medio relevante y lleva a cabo convenientes acciones que podemos observar apuntan a su supervivencia. En efecto, nos encontramos por ejemplo con que la semilla de un árbol, al percibir específicas condiciones de humedad, temperatura, etc. lleva a cabo la acción de germinar, lo que permite que cuando los primeros brotes emergen del suelo encuentran condiciones favorables para la supervivencia. De haber germinado unos meses antes, o después, probablemente el brote habría encontrado condiciones hostiles y eventualmente habría sucumbido. No está de más hacer mención que el medio material relevante de un Individuo incluye, en todas las formas de vida, en forma destacada, y por razones obvias, su propio cuerpo. Y no puede ser de otra forma, pues el cuerpo es, ni más ni menos, que el portador de la vida.
Según se observa, aspectos esenciales nos hermanan a los humanos con una simple semilla de árbol.
La información que de su medio relevante capturan los seres vivos con cerebro en el momento que están viviendo, la incorporan como agrupaciones asociadas de neuronas activas, en lo que conocemos como memorias, memorias que permanecen activadas un conveniente lapso de tiempo. La información percibida permite que en el cerebro se construya un correlato mental del medio relevante para el instante que el Individuo está viviendo, donde por supuesto no solo está integrado aquello que está siendo percibido en el momento que se vive, sino también está incorporado aquello que habiendo sido percibido un momento atrás y se dejó de percibir, permanece representado en el cerebro como consecuencia de que persisten activadas las memorias asociadas a lo que entonces fuera percibido, como sucede por ejemplo cuando por mirar a la derecha se deja de ver lo que sucede a la izquierda. El “panorama mental” del que dispone un cerebro para representar el medio relevante del Individuo se vería severamente limitado de incorporar sólo aquello que se está percibiendo en el momento que se vive.
La dinámica del medio material da como resultado que el correlato mental del medio relevante del Individuo vaya siendo permanentemente actualizado conforme a las memorias que se activan en función de lo que se va percibiendo.
Los mecanismos y estructuras que posibilitan la construcción del correlato mental del medio relevante, -conjunto de memorias activas en definitiva, asociadas a lo que se está percibiendo – que construye el ser vivo dotado de cerebro, además permiten que se lleve a cabo una permanente y conveniente actualización en el tiempo, de aquello que, sin estar siendo percibido, sí lo fue en momentos previos. No es necesario esperar a que las neurociencias cartografíen la diversidad de procesos y estructuras cerebrales que intervienen en este proceso, para reconocer su existencia. Para entender a qué me refiero con esta auténtica “actualización del presente”, veamos un ejemplo. Si un momento atrás un perro me enfrentó, y me encuentro ahora corriendo, pues el perro, que me ladra cada tres o cuatro segundos trata de alcanzarme, es decir, está tras de mi a una decena de metros, sin que lo esté percibiendo en todo instante, entonces en el correlato mental de mi medio relevante estará representado aquello que está sucediendo a mis espaldas en este momento, donde tiene cabida el perro en forma muy destacada. No estoy corriendo por nada, para mi cerebro, en el correlato mental de mi medio relevante un muy real perro está tras de mí, que no desaparece ni queda inmóvil entre ladrido y ladrido. Evidentemente, es elevada la incertidumbre implícita en esta suerte de proyección en el tiempo de un segmento de mi medio relevante que se encuentra tras de mí, que no estoy percibiendo sino muy parcialmente cuando escucho los ladridos. Si se tratara de una fotografía el correlato mental de ese segmento de mi medio material relevante, sin duda es una foto muy poco nítida, con algunas zonas más borrosas que otras. El perro puede estar a un metro tras de mi o a 10. Por cierto, si giro mi cabeza y miro al perro disminuirá notoriamente la mencionada incertidumbre y conseguiré proyectar de mejor forma mis acciones futuras. Esta “actualización del presente” es permanente, es decir, instante a instante va evolucionando la incierta representación mental de este particular segmento relevante de mi medio, en el cual destaca en mi cerebro la interacción de mi cuerpo con el Individuo perro. Cada ladrido que escuche permitirá que tenga lugar un reposicionamiento del “Individuo perro” en mi correlato mental del medio relevante. Por supuesto que la representación mental descrita no es una suerte de fotografía borrosa localizada en una zona específica del cerebro; centros neuronales, funcional y espacialmente diferenciados, participan activamente a través de la química del cerebro para sostener y actualizar esta particular y conveniente representación del medio, que resulta ser difusa e incierta en muchos aspectos.
Lo percibido rescata información de la experiencia de vida del Individuo, a través de la activación de las memorias asociadas con aquello que se percibe, información que a su vez incluye la carga emocional asociada a la experiencia de vida. El nivel de carga emocional condiciona, hasta donde sabemos, el nivel de activación de las memorias involucradas. Las neurociencias aun no terminan de mostrarnos la diversidad de información contenida en una experiencia de vida que se encuentra almacenada en el cerebro, latente, disponible al momento en que son activadas las memorias que hacen referencia a ella. De allí que el término “carga emocional” que empleo debe entenderse que excede a aquello que logramos distinguir conscientemente cuando somos capaces de darnos cuenta de que sentimos una emoción.
Cuando percibimos por ejemplo una pelota, ésta adquiere un “significado” que está condicionado por múltiples experiencias de vida previa en las que han intervenido una pelota. Cada experiencia de vida previa –esa suerte de fotografía que representa el estado del medio relevante en el instante que se está viviendo- ha estado asociada a una específica carga emocional. La carga emocional asociada al “ahora” que estamos viviendo, cuando observamos la pelota, dice relación con el conjunto de las particulares condiciones que en este instante se están percibiendo del medio, las que por su parte darán lugar a la activación, en grado variable, de las diversas experiencias de vida en las que ha intervenido el “elemento pelota”. Las condiciones del medio relevante pueden dar lugar a activar fuertemente una muy antigua experiencia de vida que estuvo asociada a un evento traumático que entonces tuvo lugar, en el que jugó un rol sustantivo una pelota, pudiendo adquirir mayor relevancia dicho significado que el que le fuera asignado en otras experiencias de vida. Es importante hacer mención a que no existe, como experiencia de vida, una pelota que esté ajena a otros componentes. Una pelota que se observa, siempre es un componente más, que se integra al correlato mental del medio relevante del Individuo.
Los mecanismos que operan en lo que llamara la “actualización del presente” permiten que se mantenga incorporada en el correlato mental de mi medio relevante la silla que se ubica un par de metros tras de mi, en mi oficina, en el mismo sitio, algunos minutos después de que la he percibido por medio de la vista, adquiriendo relevancia mi interacción con ella cuando por ejemplo deba retroceder un par de pasos sin volver hacia atrás la cabeza. Al llevar a cabo esta acción, adquiere mayor relevancia la silla, al potenciarse la activación del conjunto de memorias activas que configuran en el cerebro la representación mental del segmento de mi medio material relevante situado a mis espaldas. Previo a esta potenciación, la representación mental del segmento del medio en el que está situada la silla, incluía a dicho elemento, sin embargo su participación jugaba un rol mas bien secundario en la proyección de mis acciones. Es decir, el grado de activación de las memorias que participan en el correlato mental del medio relevante, en lo que se refiere a aquello que no está siendo percibido pero que forma parte de la “actualización del presente” por haber sido previamente activadas dichas memorias a través de la percepción, posee una dinámica que dice relación con el rol que le asigne el cerebro en la “proyección del futuro” a los específicos segmentos del medio relevante que intervienen en dicha proyección del futuro. Si una persona se encuentra en una habitación leyendo un libro y su mujer hace lo propio en silencio a unos metros de distancia, fuera de su campo visual, no le llamará la atención si su mujer le habla. Sin embargo, si se sabe solo en dicha habitación, leyendo desde hace un par de horas, y de pronto escucha que su mujer le habla como si estuviera a unos metros de distancia, se sobresaltará. El “panorama” que registra su actualización del presente no la incluía en el lugar desde donde provino el sonido de su voz, y su sobresalto constituirá un llamado de atención al mecanismo de proyección que opera en la actualización del presente, el que ha evidenciado una falla. Indudablemente no puede haber surgido de la nada su mujer, ello no es permitido en el mundo material.
Es evidente que es limitada la capacidad de percepción, limitación que es enfrentada por los seres vivos con cerebro por medio de un mecanismo conocido como la Atención, el que posibilita seleccionar específicos segmentos del medio de los cuales obtener un más acabado grado de información a través de la percepción. Fijar la atención en un particular segmento del medio implica prestar menos atención a otros segmentos. Obtener mejor información de lo que está sucediendo a una docena de metros de distancia puede ser valorado como más relevante que disponer de un más acabado detalle de lo que sucede a un metro de distancia. El cerebro, operando instante a instante, dispone hacia que/donde orientar la atención.
La capacidad del cerebro para almacenar y procesar información sin duda alguna es sorprendente. Una persona al saludar en la mañana a un amigo al cual no veía desde hace meses se percata con facilidad que se cortó el bigote que lucía hasta la última vez que lo vio. La representación mental que del rostro de su amigo tiene hasta antes de saludarlo, almacenada en su cerebro como memorias, es la de cómo lucía hace unos meses, y al percibirlo hoy, algo no calza con dicho patrón de representación, lo que llama su atención.
El cerebro está creado por los genes. El mismo hecho de ser una herramienta diseñada para ser modificada por la experiencia está escrito en los genes. El significado que se le otorga a la experiencia de vida se adquiere y almacena en el cerebro conforme a procesos y estructuras cerebrales dispuestos en un programa genético. No obstante la dependencia descrita, la experiencia de vida establece nuevas condicionantes para el accionar de los seres vivos con cerebro, que sin estar presentes en la genética, respetan sus patrones.
Es el momento para hacer mención a una característica muy poco estudiada, o simplemente no estudiada, que juega un rol relevante para explicar la consciencia, y que denomino el “cómo me ven”.
La capacidad que cada forma de vida tiene para alterar el estado de su medio relevante y eventualmente afectar al medio relevante de otros Individuos, genera una interacción entre seres vivos que le otorga una particular dinámica al medio relevante del Individuo, lo que implica que se establecen lazos de dependencia entre diversas formas de vida. El éxito reproductivo de una especie vegetal puede depender de las herramientas con que cuente para atraer a un insecto que cumpla la función de polinizarla. Formas, colores, dimensiones, olores, expresiones corporales, sonidos, patrones reproductivos y alimenticios, etc., han ido evolucionando condicionados por la interacción entre Individuos. Notables son por ejemplo los patrones de color, forma y comportamiento que emplean insectos, aves, reptiles, etc., que les posibilitan un conveniente “pasar desapercibido” o ser percibidos y valorados de una forma en particular por otras especies o por Individuos de la misma especie. Hay infinidad de ejemplos, observables en las más diversas formas de vida, a través de los cuales queda en evidencia la importancia de lo que definiera con el término “cómo me ven”. Por supuesto no se trata de que una planta se pregunte “como me ven”, referido esto a los insectos que posibilitan su polinización. La simple observación permite reconocer la existencia en los seres vivos de un mecanismo que opera dando como resultado el “cómo me ven”.
Entre Individuos de la misma especie el “como me ven” puede llegar a adquirir una especial connotación, toda vez que asociados a gestos, posturas, sonidos, etc., se generan lecturas cuyo significado guarda un elevado y conveniente grado de coherencia con el mensaje que en apariencia se busca transmitir, constituyendo un muy práctico, y en ocasiones extenso lenguaje. Tras el gruñir mostrando los colmillos de un lobo que enfrenta a otro, se evidencia un “no te atrevas, asústate”. En la danza que acompaña al cortejo de una colorida ave macho está el mensaje “elígeme, mi genética es la mejor”. En estos casos, para que la acción resulte efectiva, evidentemente se precisa no sólo que el actor influya sobre el receptor, sino que lo haga con determinadas consecuencias. Reconociendo la utilidad que tiene el “como me ven” para muy variadas formas de vida, desconocemos los fundamentos que los originan. Es todo caso, es un tema interesante de investigar. ¿Acaso el pulpo que al ir desplazándose sobre el fondo rocoso del mar e ir alterando la pigmentación de su piel conforme a los colores y matices del fondo rocoso, “se observa” desde unos metros de distancia para lograr tal hazaña? Sean cuales fueran los mecanismos que operan, es evidente que tras un acto de esta naturaleza hay un manifiesto “ponerse en el lugar de” un eventual observador. Si consideramos que existen infinidad de este tipo de ejemplo en el que están involucradas formas de vida que no posen cerebro, vegetales incluidos, el estudio de este tema promete ser fascinante.
Sin duda que el “ponerse en el lugar de” adquiere sentido al estar asociado a un “cómo me ven”. Una de las características que los estudiosos del ser humano reconocen como propia sólo de los humanos, es precisamente la capacidad de “ponerse en el lugar de” que poseemos. Evidentemente luego de lo descrito, queda de manifiesto que ésta es una característica que nos diferencia por el grado en que se manifiesta en los humanos y no porque no la encontremos en otros seres vivos. Los humanos hemos tropezado reiteradamente con la misma piedra al querer conocer nuestra particular naturaleza, al ignorar el pasado que nos hermana a todos los seres vivos. Lo que sabemos hasta el momento acerca de lo que hay tras el “cómo me ven” tiene mucho de acto de prestidigitación; admiramos el magistral resultado ignorando el paso a paso que lo explica. No dudo que tendrá una explicación sencilla una vez que conozcamos el particular mecanismo que lo sustenta. Por lo pronto, es suficiente con que reconozcamos la utilidad que para la supervivencia del individuo tiene.
Las acciones que llevan a cabo los seres vivos con cerebro surgen de procesos que un instante atrás realizó el cerebro a partir de un universo de alternativas de acción factibles de llevar a cabo en un tiempo futuro, en lo que definí como “proyección del futuro” y que en sus aspectos más esenciales opera conforme a lo que vimos cuando hice mención a Pavlov. Vimos que estas expectativas asociadas a una acción no surgen de la nada. La experiencia de vida almacenada en las memorias que están activadas por estar asociadas, directa o indirectamente, con aquellas memorias que se han visto activadas conforme a lo que se percibe del medio relevante, constituye el sustrato del cual obtiene su alimento la proyección del futuro. A mayor activación de una memoria, mayor activación inducirá en las memorias con las que está asociada, y así sucesivamente, en un proceso en cascada. Evidentemente que el éxito de la supervivencia se sustenta en una adecuada capacidad para representar estados futuros del medio, jugando un fundamental rol el correlato mental del medio relevante del Individuo, como agente inductor de eventuales estados futuros del medio relevante.
Una cosa es el pasado, que está almacenado en el cerebro del Individuo como experiencia de vida, otra es la proyección del futuro que previamente hemos descrito, y otra es lo que en definitiva va a suceder en un instante más en el medio relevante del Individuo.
A diferencia de los restantes seres vivos con cerebro, los humanos tenemos la capacidad de aprender un extenso y muy particular lenguaje, que nos caracteriza. Y es gracias a este lenguaje que hemos accedido a disponer, de entre una infinidad de entidades almacenadas en nuestro cerebro, una muy particular entidad, el Ser Consciente.
Los monos verdes de África Oriental habitan en grupos de 10 a 30 Individuos y emiten fuertes gritos de alarma si avistan a un predador. Conforme al tipo de predador, es la llamada sonora que emiten, distinguiéndose tres en particular: para leopardos, para águilas y para serpientes. La alarma que avisa del vuelo del águila, les induce a mirar hacia arriba o a correr hacia los matorrales. Para un mono verde cuya atención esta dirigida a tomar el fruto de un arbusto, en el momento en que escucha el alerta por águila se altera el correlato mental de un segmento de su medio material relevante, segmento en el que está incorporado el entorno aéreo situado tras de sí, esto es, aquel que está fuera de su campo visual. Y se ve alterado pues en su cerebro las memorias que activa ese específico sonido de alerta están asociadas con las memorias que representan experiencias de vida que dicen relación con un águila en el aire. El significado asociado al evento “águila en el aire” consigue inducir un tipo de conducta que sigue una línea muy definida. El predador, que no ha sido sino indirectamente percibido, (fue “percibido” a través del lenguaje) puede estar a diez o a una treintena de metros de su cabeza, dirigiéndose directamente hacia él, o hacia otro de sus congéneres. El significado del llamado de alerta por águila está asociado a un estado emocional que dice relación con peligro, desencadenándose una reacción de estrés en el mono verde que lo escucha. Para él no hay lugar a equivocaciones en cuanto a asignarle un significado distinto a un llamado de alerta del tipo “águila en el aire”. La “calidad” de la representación mental del evento “águila en el aire” de que dispone en su correlato mental del medio relevante el mono que escucha la señar de alerta, evidentemente corresponde a una muy difusa representación de lo que pudiéramos denominar la “fotografía mental” que representa ese segmento de su medio material relevante, zona que de pronto adquirió una importancia vital, razón por la cual se focalizan los recursos perceptivos, dirigiéndolos hacia ese sector, a la vez que adquieren un mayor nivel de activación las memorias que representan el entorno aéreo que no está siendo observado.
No obstante la difusa representación de que dispone el mono verde en su cerebro del evento «águila en el aire» hasta antes de levantar la cabeza y ver al predador, el aporte a sus expectativas de supervivencia, que obtiene gracias a la señal de alerta escuchada, es evidente, y en tal sentido el uso del lenguaje reporta una elevada utilidad, por supuesto en la medida en que se cumpla un requisito básico del lenguaje que opera entre estos monos, cual es el que el emisor consiga inducir en el receptor del lenguaje un adecuado significado. El mono que dio la voz de alerta “le transfirió” a sus congéneres lo que para él constituye un segmento de su medio material relevante con significado, en el que destaca, como actor principal, un águila. Incompleta e inexacta transferencia de lo que sus ojos veían, incierta, pero potencialmente efectiva para los restantes miembros de su grupo, los que consiguen generar con el llamado de alerta un correlato mental de su medio material relevante acorde con el significado del suceso “águila en el aire”. Lo descrito deja en evidencia la forma como opera el lenguaje, en sus aspectos más generales, en cuanto a transferir información del medio relevante, desde un emisor a un receptor de lenguaje.
Los chimpancés, cercanos parientes nuestros con quienes compartimos alrededor de un 98 por ciento de la genética que nos caracteriza, disponen de algo más de dos docenas de fonemas en su lenguaje verbal. Cada uno de estos fonemas tiene un determinado significado. Los humanos, con similar número de fonemas construimos infinidad de palabras, y en ello radicaría el mayor distintivo del lenguaje humano, y en definitiva, su potencia.
Disponer de tan amplio lenguaje nos permite eventualmente darle un nombre a cada elemento del medio, como por ejemplo hacemos con “piedra”, “mesa”, “perro”, etc. y atribuirle específicas características por medio del empleo del verbo y del adjetivo. Como consecuencia de ello, se altera radicalmente el campo de aplicación del lenguaje, como veremos a continuación.
Para el humano adulto, una palabra como “mesa”, está asociada en su cerebro a experiencias de vida de muy variado tipo, experiencias de vida que han estado asociadas a su vez con una gran diversidad de estados emocionales como consecuencia del particular significado que adquirió la mesa, ya sea como resultado del uso de la palabra “mesa” al momento de ser empleada, o el “elemento mesa” que se encontraba presente en el medio material. Así por ejemplo, el significado que adquiere en el cerebro la frase “mesa de operaciones”, es radicalmente distinto al que adquiere en la frase “mesa del banquete”. La particular especificidad del lenguaje humano (en definitiva la especificidad surge como consecuencia del variado tipo de experiencias de vida en las que ha participado la palabra o el objeto “mesa” y que pueden verse activadas al momento en que se emplea la palabra) le otorga un grado de “neutralidad” a la palabra que no se aprecia exista en ningún otro tipo de lenguaje animal. Para los monos verdes, un muy claro significado está asociado a la palabra que denota al evento “águila en el aire”. Lo anterior no es menor, pues con la mencionada “neutralidad” del lenguaje humano, la palabra puede dejar de hacer referencia a un tipo de experiencia de vida o evento específico, como sucede con la llamada de alerta de los monos verdes, lo que posibilita que adquiera su significado conforme a las particulares condiciones imperantes en el correlato mental del medio relevante de la persona que escucha la palabra, en el instante que es empleada la palabra. En el mono verde, la palabra empleada potencia el grado de activación de las memorias que están siendo utilizadas para representar, en el correlato mental del medio relevante, un vasto segmento del medio material relevante del mono, segmento que adquiere un particular significado –íntimamente asociado con “¡peligro¡” – en tanto que en el ser humano la palabra, por su especificidad y neutralidad, puede llegar a representar un ínfimo segmento de su medio relevante, el que puede adquirir a su vez un amplio potencial de significados, conforme a las particulares condiciones que estén presentes en el correlato mental del medio relevante en el momento en que la palabra se integra a dicho correlato mental. Así por ejemplo, al leer la palabra “coyote”, de seguro que en el cerebro del lector no se integra un coyote a un sector específico de su correlato mental de su medio MATERIAL relevante. Por cierto, estoy asumiendo que en estos momentos en el entorno material relevante del lector no hay un coyote.
Al romperse el vínculo “una palabra – un significado”, se torna posible, a través del extenso lenguaje humano, generar inéditos escenarios mentales en el correlato mental del medio relevante en el presente que se vive, como veremos luego.
Las palabras que empleamos los humanos, al igual que en los restantes seres vivos que hacen uso de ellas, adquieren su significado conforme a las particulares condiciones imperantes en el correlato mental del medio relevante de quien las escucha, al momento en que son dichas. Para los restantes animales la palabra solo sabe aludir al “aquí y ahora” de su medio material. Más adelante veremos que los humanos, y sólo los humanos, podemos integrar en el correlato mental del medio relevante entidades y sucesos que claramente están fuera del presente, pudiendo “localizarse” ya sea en un pasado o en un eventual futuro, y explicaré cómo es posible aquello.
Para conseguir un efecto equivalente al que logra el mono verde con el empleo de tan solo una palabra, los humanos precisamos un grupo de ellas, por la neutralidad del lenguaje humano. Tal vez un “cuidado viene un perro” logre similar efecto, pero evidentemente el tiempo que tardamos en decir las cuatro palabras “cuidado viene un perro” juega en contra de la velocidad de respuesta que tal vez necesitemos para poder eludirlo y sin duda es superior al tiempo que tarda un mono verde en advertir a sus congéneres del peligro que les acecha. Sin embargo, lo que por una parte constituye una evidente limitación, por otra resulta ser una ventaja. En efecto, la neutralidad del lenguaje humano posibilita emplearlo para describir detalladamente lo que se desee y otorgarle, a voluntad, significado a lo descrito.
Si el lenguaje humano hace la diferencia entre nosotros y las restantes criaturas con vida, es la “neutralidad” del lenguaje humano la que impulsa el cincel que permite darle forma a aquello que conocemos como experiencia consciente, según veremos más adelante.
Estoy en la cima de un cerro y a mis pies hay un lago. Faltan escasos minutos para la puesta de sol y estoy caminando para ubicarme en un conveniente lugar para contemplarla con el fin de realizar un experimento. Llego allí en el momento preciso en el que el sol comienza a ocultarse, y el panorama que se ofrece a mis ojos es realmente hermoso. Tomo asiento en una roca y luego de diez segundos de observación, cierro los ojos y me propongo describir lo que he visto durante esos segundos. Activo la grabadora que porto y voy haciendo memoria de lo que observé, y lo describo, comenzando la grabación con la frase “El día llega a su fin”. Luego de cinco minutos, pongo fin a la grabación. Días después le entrego la grabación a un amigo para que la escuche, amigo que nunca ha estado en el lugar en el que me hallaba cuando realicé la grabación. En cinco minutos intenté “traducir” por medio de palabras lo vivido en diez segundos. Los distintos tonos de los distintos colores, que describo en la grabación, evidentemente son un pálido reflejo de lo observado. Los cerros circundantes al hermoso lago que estaba frente a mi vista, su forma, el viento que soplaba, su intensidad, etc., etc., todo lo que pueda describir durante los cinco minutos, no representa sino un trazo muy delineado, muy específico, muy detallado en algunos aspectos, pero ciertamente incompleto y radicalmente sesgado en relación a lo observado. Infinidad de información que capturé a través de mis sentidos no fue incorporada a la grabación. Si dispusiera de una prodigiosa “mente fotográfica” –hay quienes la poseen- me habría faltado tiempo para describir lo que percibí durante escasos diez segundos. Con el lenguaje empleado, conseguí destacar algunos aspectos de lo observado, pero definitivamente la descripción que realicé constituye una fotografía plagada de “puntos ciegos”, de huecos sin información alguna, información que sí estaba presente en mis memorias durante ese lapso de cinco minutos que estuve grabando. No pretendo dar a entender con ello que la información contenida en mis memorias abarcaba la totalidad del campo visual observado, con total detalle, sino que, la descripción verbal contiene “puntos ciegos” en zonas que en mi representación mental del medio relevante presentaban segmentos “borrosos”, no destacados por no haber prestado atención suficiente a dichas zonas.
Apreciamos otra diferencia significativa entre lo observado y lo descrito cuando caemos en cuenta que las palabras empleadas en la descripción de la puesta de sol consiguieron resaltar solo muy particulares segmentos de la representación mental del medio relevante. Cada frase empleada constituía un pequeño “trozo de fotografía”, que se agregaba al collage que había ido formando previamente en la mente, a través de lo que había descrito. Como contrapartida, al momento mismo de comenzar la observación de la puesta de sol, mis ojos veían un panorama que, teniendo zonas borrosas, contenía la totalidad de lo que abarcaba mi campo visual, esto es, no faltaban trozos. Hay que destacar que para mi amigo, que escucha en su habitación las primeras palabras de la grabación, “el día llega a su fin”, no se alteran, como consecuencia de lo escuchado, las condiciones en que se encuentra su habitación. Es decir, la narración expande el correlato mental del medio relevante del Individuo. A su vez, inicialmente mi amigo no sabe que mi relato se refiere a una puesta de sol, por lo que la “fotografía” que representa en su cerebro la frase escuchada no contiene más información que la descrita. Lo que sigue luego de la primera frase, no lo conoce quien escucha la grabación, y bien puede tratarse de un relato que haga referencia a lo que un astronauta observa desde su nave espacial, o a una larga poesía que describe metafóricamente el término de la existencia de una persona, o bien el relato puede continuar describiendo el termino de una jornada laboral, etc, etc. El lenguaje da lugar a que infinidad de potenciales trozos se pueden ir agregando a una fotografía muy bien delineada en lo particular, pero ajena del todo a lo que yo pude observar en tan solo segundos. En los diez segundos observo un panorama general de mi medio relevante, con significado.
Según se observa, no se trata de que una imagen valga más o menos que mil palabras. Cada una, (la imagen y las palabras) son insustituibles en lo suyo.
Los niños muestran un elevado interés por aprender palabras y un extraordinario ritmo de aprendizaje. Entre los dos y cuatro años aprenden del orden de una palabra por cada hora que están despiertos, pudiendo llegar a dominar varios miles a los cuatro años.
En lo que al lenguaje se refiere, inicialmente, el niño es como una hoja en blanco. No interpreta los sonidos; sólo los escucha, retiene, y los relaciona con los restantes componentes que se encuentran presentes en la representación mental de su medio relevante en el presente que está viviendo. Los diversos escenarios que comparten en común sus experiencias de vida en las cuales hayan estado activadas simultáneamente las memorias asociadas al sonido de la palabra “pelota” con el objeto redondo que sus ojos estaban mirando en ese momento, seguramente como consecuencia de que su madre u otra persona le indujeron a dirigir su atención hacia ella, le permiten paulatinamente fortalecer la asociación de la palabra con el objeto, discriminando posteriormente, luego de varias experiencias de vida del tipo descrito, entre la multiplicidad de otros elementos que pudieran estar presentes al momento en que escucha la palabra “pelota”, al “elemento pelota”. En muchas de esas experiencias de vida su atención ha estado dirigida tanto hacia ese elemento en particular como a la palabra pelota que pronunció su madre, por lo que ambas destacan en su correlato mental del medio relevante, esto es, se encuentran debidamente activadas y por ende, asociadas dichas memorias. Múltiples experiencias de vida del menor han ido potenciado esta asociación. A mi perro también le he enseñado varias palabras, entre ellas, la palabra pelota. Con él acostumbro a jugar a diario. Sabe donde guardo la pelota, y basta con que mencione la palabra para que corra hacia dicho lugar y evidencie gran alegría.
Cuando el niño ya asocia adecuadamente una palabra con el respectivo objeto y escucha por ejemplo a su madre decir la palabra “pelota” en ausencia del objeto, el “elemento pelota” se incorpora en su correlato mental del medio relevante cual si estuviera materialmente. Es decir, lo que para el niño es una muy real pelota se integra a su correlato mental del medio relevante cuando escucha la palabra, aunque no perciba por otros medios al mencionado elemento. Esto último por supuesto no tiene nada de especial, pues responde a un proceso cerebral similar al que tiene lugar en el cerebro de los monos verdes cuando escuchan una señal de alerta. Lo especial está en que las palabras que escucha el mono verde siempre hacen mención a algo o a algún evento que, para quien emite la palabra, forma parte de su correlato mental del medio MATERIAL, en tanto que, en el caso del niño, las palabras que emplea su madre pueden hacer referencia a objetos no presentes, o sucesos de ayer o de un mañana o incluso, pueden “localizarse” indeterminados en el tiempo.
A diferencia de los monos verdes, los niños viven inmersos en el mundo del lenguaje. Estudios indican que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000 en similar período de tiempo. A su vez, muchas de las palabras que escucha no tienen un efectivo correlato en el mundo material en el momento que está viviendo, palabras que involucran objetos, eventos y entidades, como personas, animales, etc. Es decir, el correlato mental del medio relevante de un niño puede llegar a estar plagado con los significados que su cerebro le asigna a elementos o eventos que se han incorporado a dicha representación como consecuencia de las palabras que escucha, sin que necesariamente esté presente en el medio material relevante el elemento o evento asociado a la palabra.
Cuando el niño escucha la palabra “pelota” sin que la pelota esté presente, permanecerá el “elemento pelota” integrado en su correlato mental del medio relevante como una actualización del presente. Extenso y difuso panorama mental el del niño si lo comparamos con el de un mono verde. Por una parte, percibe y habita un mundo material, y por otra, su actualización del presente puede llegar a contener un sinnúmero de información que no tiene cabida en el medio material en el que se encuentra situado, proveniente del lenguaje escuchado o empleado. Mi perro conoce el significado de media docena de palabras que denotan objetos o eventos, y para él, cada palabra está asociada a muy particulares experiencias de vida. Las palabras “comida, pelota, correa, auto” están asociadas en su cerebro a específicos tipos de experiencias de vida, y no necesito, al momento de nombrarlas, que estén presentes en el medio material para que en el cerebro del perro surja, como proyección de futuro, la acción de comer cuando le menciono la palabra “comida”. Apenas termino de pronunciar la palabra “comida”, mi perro corre hacia el patio de la casa, lugar donde acostumbro alimentarlo. Hay que destacar que no porque yo no acuda de inmediato a alimentarlo desaparece de un momento a otro de su cerebro la proyección del futuro en la que destaca la acción de comer.
Hemos visto varias diferencias significativas entre el lenguaje humano y los restantes lenguajes. Por una parte la neutralidad de la palabra, por otra la amplitud del vocabulario que empleamos, y adicionalmente a ello, el significativo grado en el que participa el lenguaje en la configuración de la representación mental de nuestro medio relevante, medio relevante que ya no necesariamente representa sólo al medio MATERIAL relevante en el que se encuentra ubicado el Individuo.
Al ir siendo aprendidas las palabras van adquiriendo cada vez un más amplio repertorio de potenciales significados, al ir asociándose una misma palabra a diversas experiencias de vida, cada una de las cuales posee sus particulares características.
Hice mención a que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000, y ahora es momento oportuno para destacar una importante consecuencia que acarrea dicha asimetría. Escuchar 13.000 palabras y emplear solo 400, implica que en esta etapa de la vida, para el niño tiene lugar un auténtico “dejarse conducir” a través de los escenarios generados por el lenguaje que escucha. Su correlato mental del medio relevante se ve plagado con la información que otorgan las palabras que escucha, y si bien muchas de estas hacen referencia al “aquí y ahora” que está viviendo el niño, una no despreciable cantidad de ellas aluden a eventos, objetos o entidades que no forman parte del correlato mental de su medio MATERIAL relevante. No obstante lo anterior inicialmente el niño no discrimina, y toda la acción del lenguaje que escucha la asocia con sucesos que asume están teniendo lugar en el mundo material.
La proporción entre las palabras que escucha un niño y las que emplea a diario, dejan en evidencia el grado en que participa la acción de terceros en la construcción de su correlato mental del medio relevante en ese período de su vida.
Cuando, conociendo el significado de las palabras que se emplean, el niño escucha un relato del tipo “caperucita roja se despertó, se vistió y le preparó el desayuno a su abuelita y luego se puso su caperucita roja y caminó hacia el bosque hasta que de pronto se encontró con un lobo”, para el niño, todo va sucediendo a la velocidad con que el relato describe los hechos. El relato adquiere sentido por la capacidad que tiene el cerebro para llevar a cabo una adecuada “actualización del presente” que involucra una dinámica cerebral que sin duda resulta ser descomunal. La dinámica del correlato mental de su medio relevante da cabida para que en los 20 segundos que le toma a su madre el relato, caperucita roja haya llevado a cabo una cantidad de acciones que sabemos no tienen cabida en el mundo de la materia, el que está sujeto a particulares leyes que lo gobiernan. El cerebro del niño precisa llevar a cabo una compleja actualización del presente, que le permite por ejemplo que cuando escucha “caperucita roja caminó por el bosque” se integre, a partir de ese momento en su correlato mental del medio relevante una “caperucita roja que va caminando por el bosque”, hasta el momento en que su madre dice “y llegó a la casa de su abuelita y abrió la puerta”, momento en el cual deja de formar parte de su correlato mental del medio relevante la “caperucita roja que camina por el bosque”, a la par de integrarse a su correlato mental del medio relevante la acción que en ese momento describe el cuento. No necesitamos conocer al detalle la operatoria de los procesos cerebrales que intervienen durante el relato para reconocer su existencia.
Tanto los conceptos “actualización del presente” y “proyección del futuro” como “correlato mental del medio relevante”, que constituyen el fundamento que da lugar a que el cuento de caperucita roja tenga sentido para el niño, involucran procesos y estados cerebrales que evidentemente existen, y por supuesto existen no solo en la acción del lenguaje A su vez este tipo de procesos no solo suceden en el cerebro de los seres humanos. Solo que, según hemos visto, y veremos, estos mecanismos adquieren, en el uso del lenguaje humano, una particular relevancia.
Volvamos al relato anterior. Independientemente de que el niño cuenta con suficiente experiencia de vida para como conocer que levantarse y vestirse lleva varios minutos, en su correlato mental del medio relevante tiene cabida esta auténtica atemporalidad e inmaterialidad que caracteriza al relato escuchado. Para el niño, todo está sucediendo a la par del ritmo que le impone el relator al cuento, en un muy particular segmento de su representación mental del medio relevante, segmento al que no consigue acceder con el resto de sus sentidos. Por más que se esfuerce por ver a caperucita roja, ella no forma parte de su medio MATERERIAL relevante.
El menor, a quien llamaremos Pablito, gracias a su experiencia de vida en la que ha estado involucrado el lenguaje que escucha, se habitúa a habitar en medios que poseen una elevada proporción de entidades y sucesos inmateriales y atemporales (inmateriales y atemporales dado que no están físicamente en el presente que está viviendo, y están situados en un entorno que posee una maleabilidad del tiempo, como vimos en el ejemplo del cuento “caperucita roja”, que no tiene cabida en el mundo material en el que transcurre su vida) pero que su cerebro interpreta como muy reales, formando parte del presente que está viviendo. El niño experimenta un muy real miedo cuando interviene el lobo. Para él, está allí, muy presente, aunque no consiga, por más esfuerzos que realice, percibirlo a través de la vista. Al escuchar el relato, “desplaza” convenientemente a las diferentes entidades que participan en él, a través de los diversos escenarios que va configurando el relato, en los que sin duda constituyen auténticos mundos inmateriales y atemporales, y que por supuesto están cargados de significados y que se van gestado gracias a la acción del lenguaje de terceros. Su madre sabe que el cuento transcurre en un mundo imaginario en tanto que para el menor, “todo está ahí”, formando parte de su presente, en una zona de su entorno material a la que no le es dado acceder por medio de sus sentidos.
La experiencia de vida que va adquiriendo el niño con la acción del lenguaje va ampliando los escenarios a través de los cuales cada vez le es más común desplazar entidades y vivir las más variadas emociones.
El niño le asigna a caperucita roja las características con que su madre la ha definido, esto es, en el cerebro del niño tiene cabida, en el presente que está viviendo, una entidad como caperucita roja, la que es buena, se preocupa de su abuelita, etc. La entidad “lobo” o “abuelita” se construyen con similar proceso, al igual que el sinfín de entidades que a esa edad han transitado por su corta biografía infantil. Las características físicas de sus hermanos o de sus padres, junto a variados aspectos de la personalidad de ellos, forman parte del amplio conjunto de memorias que activadas convenientemente conforman la representación mental que les caracterizan como entidades, para cada momento en que intervienen en su representación mental del medio relevante. La reiterada participación de algunas personas en su vida cotidiana le permitirán ir estructurando un cada vez mas amplio y complejo escenario de representación mental para ellas. Así, su madre es mucho mas que un cuerpo material. Múltiples experiencias de vida del niño en las que ella ha intervenido, han ido estructurando a la “entidad” mamá y conforme a las particulares condiciones que tengan lugar en el momento que está viviendo, adquirirá en el correlato mental del medio relevante del Individuo un específico significado su madre.
La entidad que el cerebro del niño relaciona con la palabra “papá” esta asociada a su experiencia de vida con su padre, y cada vez que escuche la palabra papá o lo observe, se activarán memorias que apuntan a generar la mejor representación posible de la entidad papá para las puntuales circunstancias que está viviendo en ese momento. Así por ejemplo, si su padre ingresa a la habitación en la que el menor se encuentra con una sonrisa de oreja a oreja, rescatará –activará memorias, en definitiva- experiencias de vida asociadas a un padre sonriente, que pueden ser, en muchos aspectos radicalmente distintas a las experiencias de vida asociadas a un rostro del padre que exprese enojo. No distinguir el estado de ánimo de sus padres implica no proyectar adecuadamente el futuro. El desafío de todo ser vivo consiste en sortear adecuadamente el presente que está viviendo, por lo que no debe llamarnos la atención que las acciones que desencadena en el niño observar a una madre sonriente y feliz que acude a su llamado sean distintas a las que tendrán lugar si el rostro o la acción de su madre están asociadas con enojo o tristeza. Y para sortear adecuadamente el presente, es necesario que las acciones que se realizan (las que un instante atrás formaban parte de las expectativas del menor) se sustenten en una adecuara representación de la realidad.
Entre las variadas entidades que pueden estar participando en el correlato mental del medio relevante del niño en el presente que está viviendo, cada vez con mayor frecuencia se encuentra a una entidad a la que los demás llaman “Pablito”, que se ha ido gestando y estructurando paulatinamente, como consecuencia del lenguaje que con el niño emplean quienes le rodean para referirse a él cuando mencionan su nombre, lenguaje que en oportunidades hace referencia no solo al “aquí y ahora” de Pablito, sino también a eventos y acciones pasadas o futuras en las que se le involucra. Para el niño no representa mayor dificultad el ir estructurando a esta entidad. De hecho, entre los dos y cuatro años el niño es capaz de generar entidades como el conocido “amigo imaginario”, que incorpora en la representación mental de su medio relevante, y que moviliza convenientemente. Los amigos imaginarios pueden ser de distinta naturaleza, tanto personas como objetos, juguetes o personajes inventados. En ocasiones sus propios sentimientos negativos se los atribuyen a ellos, por ejemplo para evitar un castigo, y no dudan, si valoran que les resulta provechoso, incluso asignarles su mismo nombre.
Mencionaba anteriormente que inicialmente “Pablito” es una palabra que el niño aprende conforme al uso que hacen de ella quienes le rodean. Inicialmente “Pablito” es solo un sonido y paulatinamente va adquiriendo significado conforme a sus experiencias de vida en las que interviene esa palabra. Pablito es bueno, está llorando, se come toda la comida, etc., infinidad de experiencias de vida van perfilando la diversidad de potenciales significados y características que puede adquirir esta recurrente entidad en un momento dado. El Individuo inicialmente reconoce en la entidad “Pablito” una entidad más, pues se gestó y se ha ido estructurando con similares mecanismos con los que se gesta y estructura una entidad como su hermano, sus padres, el perro de la casa, etc. Sin embargo, para el Individuo, a poco andar, Pablito deja de ser una entidad cualquiera. En efecto, sus experiencias de vida van estableciendo un lazo cada vez más fuerte entre las acciones que lleva a cabo el Individuo y la entidad Pablito. En definitiva, por supuesto dicho lazo no son sino asociaciones entre memorias, que asocian las acciones del Individuo con las de la entidad Pablito, entidad que, como hemos visto no se gesta voluntariamente. Pablito es creado y caracterizado por el lenguaje que terceros emplean para referirse al niño, cuando aluden a él.
La importancia que llega a tener Pablito a través de la existencia del Individuo, es significativa, pero no nos confundamos, el Individuo, recordemos, es el eje de la vida. No es sólo un cuerpo material, ni un cuerpo material con vida, es, un cuerpo material con vida, que postula a seguir viviendo y que dispone de una utilitaria herramienta llamada cerebro, la que incluso contiene al momento de nacer, en un amplio despliegue de neuronas, la representación del muy material cuerpo del Individuo. Pablito no es el Individuo, ni es el cuerpo del Individuo. Es una muy particular entidad, que está representada en agrupaciones de asociaciones de memorias, inexistentes al momento de nacer. De allí que no puede llegar a existir fusión entre Pablito y el Individuo, y no puede haberla, pues la aparente fusión está limitada a las asociaciones neuronales que van estableciéndose entre la diversidad de memorias y centros neuronales que utilitariamente representan al Individuo y aquellas que representan a la entidad Pablito, como consecuencia de la experiencia de vida del niño en las está incorporada dicha entidad, experiencias de vida que durante los primeros años de existencia del menor se gestan, básicamente, como resultado del lenguaje que emplean quienes le rodean cuando hacen mención a dicha entidad.
Las acciones y estados emocionales asociados a las acciones que le asignan a la entidad Pablito quienes rodean al menor, el Individuo se las asigna a dicha entidad. Acciones, y emociones que muchas veces guardan estrecha relación con las acciones y estados emocionales del Individuo. El vínculo, la asociación entre ambos, se refuerza día a día a través de la experiencia de vida del menor.
La “magia” del lenguaje humano se sustenta en el lazo que llega a establecerse entre el Individuo y Pablito y en que el Individuo está “irremediablemente atado” a un cuerpo material y a las leyes que gobiernan a la materia, en tanto que Pablito, como cualquier otra entidad gestada como consecuencia del lenguaje, puede situarse en los más diversos escenarios a los que una entidad puede acceder en el correlato mental del medio relevante del Individuo en el momento que está viviendo, representación mental que, según hemos visto, permite situar por la vía del lenguaje, a entidades en lo atemporal e inmaterial.
Le puedo enseñar varias docenas de palabras a mi perro, pero jamás podrá llegar a entender el significado de la palabra “ayer”. Para acceder a ello, el Individuo precisa no solo de una abundante experiencia de vida, o activar memorias asociadas a un “ayer”, sino, requiere “movilizar” a una entidad “hacia el ayer”, en y desde el presente que está viviendo el Individuo.
La “individualidad” está asociada a un muy material cuerpo, sostén de la vida, que está situado en un muy material medio, por lo que evidentemente no le es dado participar a dicho cuerpo en las acciones atemporales e inmateriales que se gestan por intermedio del lenguaje que escucha o emplea el niño, y que hace referencia a la entidad Pablito.
El cuerpo del Individuo dispone de una representación mental corporal al momento de nacer, que está constituida por un complejo neuronal que está siendo permanentemente monitoreado, fundamental requisito para la supervivencia, en tanto que en el caso de Pablito, durante las primeras etapas de vida del menor, su participación en el correlato mental del medio relevante del Individuo tiene lugar como consecuencia de que alguien que está junto al niño, alude a Pablito. Es decir, inicialmente Pablito no forma parte permanentemente de la representación mental del medio relevante del Individuo. No sólo eso, Pablito no existía al momento de nacer el niño, es una creación de quienes le rodean, que va tomando cuerpo paulatinamente en los primeros años de vida a la par de irse incrementando las conexiones neuronales que asocian al Individuo con la entidad Pablito.
El Individuo lleva a cabo acciones por medio de su cuerpo material; así ha sido desde los inicios de la vida sobre el planeta. El cuerpo material es el sujeto de la vida, el sostén de la supervivencia. La entidad Pablito, que inicialmente se va gestando por medio del lenguaje que el niño escucha, se construye con similar mecanismo al que emplea el cerebro del niño para generar una entidad como la abuelita en el cuento Caperucita Roja, solo que, paulatinamente se va estableciendo un vínculo cada vez más fuerte entre dicha entidad y el Individuo. La entidad Pablito se llega a convertir en una muy particular entidad, luego de haber comenzado a dar sus primeros pasos como “una más” entre las muchas entidades que en alguna oportunidad han participado en el correlato mental del medio relevante del Individuo, y que por ende formaron parte de una experiencia de vida del Individuo.
Hemos visto, a partir del ejemplo de los monos verdes, del aporte del lenguaje para la supervivencia. Allí se destacó la transferencia de información que se consigue por intermedio del lenguaje, en ese caso una muy difusa representación mental de un segmento del medio relevante –el águila en el aire- que sin haber sido percibido directamente, lo fue por la vía del lenguaje. El mono que escucha la señal de alerta consigue el equivalente a un “ponerse en el lugar” de quien sí está percibiendo al águila, con las limitaciones ya descritas, esto es, rescata una difusa representación en cuanto a tiempo/espacio en que está ubicada el águila en relación al mono que sí la está percibiendo a través de la vista, pero a su vez completamente definida en lo fundamental que atañe a su supervivencia: que es un águila y que representa peligro.
Hice mención a que los humanos disponemos de un muy amplio lenguaje, lo que trae como consecuencia que el ser humano pueda integrar en el correlato mental de su medio relevante, en el presente que está viviendo, una significativa proporción de segmentos de dicha representación mental que han sido generados a través del empleo del lenguaje. Cuando se analizó lo que hay tras un cuento como el de caperucita roja, quedó en evidencia que en el escuchar lenguaje hay un “dejarse conducir” y un “ver” lo que pretende transferirme quien habla. Es decir, en el “seguir” una conversación hay un “compartir” escenarios, muchas veces en ausencia de elementos materiales que pudieran operar como referencia común para ambos. Una cosa es “ver” una muralla blanca y otra muy distinta es escuchar a alguien decir “una muralla blanca”. La primera forma parte del medio material y adquiere su significado conforme al particular contexto del medio material relevante del Individuo, en tanto que la segunda forma parte de ese particular mundo al que hemos visto es posible acceder por medio del lenguaje. La frase “una muralla blanca” no necesariamente hace referencia a una muralla que se ubica en el medio material y la neutralidad del lenguaje humano permite que adquiera su significado al momento en que la frase se dice, sin que necesariamente en ese momento “una muralla blanca” forme parte del medio material.
Este “ir viendo lo que quiere mostrarme”, en el que vive inmerso el niño durantes sus primeros años de vida, evidentemente tiene implícito un “veo lo que los otros ven”, un “ver a través de los ojos de terceros”, un “ponerse en lugar de”, y constituye el pilar de lo que se conoce como Teoría de la Mente. Esta capacidad de ponerse en el lugar de otro, es, y ha sido, como todo lo nuestro, sujeto de evolución. Por ello se entiende que el grado en que la hemos desarrollado a la fecha los humanos dista mucho de permitirnos un real ponerse en el lugar del otro. Sin embargo tampoco corresponde restarle méritos por el grado en que la tenemos desarrollada pues a dicho grado le debemos aquello que nos distingue más radicalmente de los restantes seres vivos.
Los seres humanos, a la par de la evolución del lenguaje que nos caracteriza hemos ido aumentando la capacidad para configurar complejas representaciones mentales de entidades, en particular de nuestros semejantes. Mejorar la capacidad de proyectar adecuadamente el estado futuro del medio, en el caso particular de los humanos, cuyas acciones en grado superlativo dicen relación con interacciones con otros seres humanos, pasa precisamente por disponer de más fidedignas representaciones mentales de nuestros congéneres. A mayor fidelidad, mayor efectividad potencial de la proyección del futuro en aquellos escenarios futuros en los que interactuaremos con otros seres humanos.
Desde la atalaya en que nos hemos situado para observar lo atingente al “cómo me ven” y al “ponerse en el lugar de”, es del todo coherente postular que mi perro también posee la capacidad de “ponerse en mi lugar”. La definición que a la fecha impera del “ponerse en el lugar de”, entre los estudiosos del tema, no da cabida para que mi perro posea, en grado alguno, tal capacidad. Sin embargo, es evidente que conforme a la experiencia de vida que tiene mi perro en su interacción conmigo, consigue, con bastante efectividad cuando estoy interactuando con él, realizar proyecciones del futuro muy eficaces en lo que dice relación a su interacción conmigo. Sin ir más lejos, conoce de mis estados de ánimo con mayor efectividad que la que yo reconozco poseer en algunas oportunidades para detectar, inconscientemente por cierto, el estado de ánimo de mis semejantes. Mi perro sabe actuar en consonancia con mi estado de ánimo. Los estudiosos del tema han focalizado su atención en tan solo un particular aspe
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