En ocasiones anteriores te hemos hablado de las diferentes técnicas de la Gestalt que utilizan la mayoría de los terapeutas especializados en Gestalt, de forma que hemos podido descubrir un poco más acerca de la existencia de tres técnicas que solo persiguen mejorar la vida del paciente y ayudarle en sus diferentes problemas.
Estas tres técnicas son: las técnicas supresivas (tienen por objetivo suprimir aquellos intentos de evasión del aquí y ahora que tiene el paciente); las técnicas expresivas (tienen por objetivo que la persona, o cliente, exprese de manera externa aquello que siente interiormente), y las técnicas integrativas (persiguen que el sujeto reintegre o incorpore, a su propia personalidad, aquellas partes que se encuentren alienadas).
En este sentido, las técnicas supresivas son aquellas que, como te hemos comentado en la línea anterior, sirven para que el individuo deje de hacer aquello que está haciendo. De esta forma el psicoterapeuta descubre la experiencia que oculta detrás de esa actividad.
Dentro de las técnicas supresivas nos encontramos con la denominada como experimentar el vacío.
Experimentar el vacío: una técnica supresiva
La técnica supresiva experimentar el vacío se convierte en una opción adecuada cuando deseamos que la persona se enfrente a sus pensamientos o sensaciones más desagradables, y que sobretodo de alguna forma intenta impedir o desechar.
Cuando un individuo no hace caso de esas sensaciones y no se enfrenta a ellas, es común que éstas se acumulen o que tiendan a aparecer con una mayor asiduidad.
Por ello, experimentar el vacío supone que la persona contacte con esa sensación, descubriendo de qué está compuesto y sobretodo cambiarlo o llenarlo por algo más agradable.
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