Suelen decir que el otoño tiende a ser una estación cuya llegada se nota más que otras, a pesar que –es cierto- el invierno o el verano se convierten en dos estaciones con una climatología bastante extremas.
No obstante, el cambio de hora unido a la llegada del frío y a la disminución de luz solar suponen un cambio muchísimo mayor para nuestro propio organismo, afectándonos en muchas ocasiones de manera negativa tanto a nivel físico como desde un punto de vista emocional.
Pero a pesar de que pueda tratarse de un cambio de estación más, la realidad es que el otoño puede ser considerada como una estación diferente, única, especial. Diferente por la cantidad de imágenes maravillosas que nos aporta; única porque supone el paso de una época de calor a una de mayor frío; y especial porque puede convertirse en una buena época para reflexionar.
Desde un punto de vista simbólico, para determinadas culturas el otoño es una estación que supone el final de una etapa y el comienzo de una nueva. Supone la caída de las hojas de los árboles, las cuales nacerán finalmente en la primavera.
Por ello el otoño es ideal para pararnos por un momento, reflexionar sobre lo que hemos hecho a lo largo del año y plantearnos a dónde nos lleva nuestra vida; o, mejor dicho, a dónde nos gustaría reconducirla.
También puede ser una etapa única para reflexionar sobre las cosas que no hemos conseguido y nos gustaría conseguir, y analizar en qué apartados de nuestra vida podemos mejorar en nuestro día a día.
Imagen | greencandy8888